El rincon de las cometas

 

Costumbres catalanas

Extraído del "Costumari català" de Joan Amades.
Salvat Editores S.A. y Edicions 62 S.A. 1950 (Primera edición)


En el "Costumari català", de Joan Amades, se detallan costumbres y tradiciones de la cultura catalana (fiestas, bailes, juegos populares, etc.), siguiendo el curso del año, día por día.

Entre sus páginas podemos encontrar referencias al vuelo de cometas (cometas piratas o de presa, los rompe-cometas, los grupos de cometeros o los puestos de venta de cometas) que son las que os muestro a continuación:

 

Febrero. La vida en el poblado.

[...] Este mes, la temperatura mejora y la chiquillería, que de manera inconsciente se ajusta en sus juegos a los cambios de temperatura, deja los juegos de correr y perseguirse y dedica sus energías a entretenimientos menos movidos, ya que no es necesario someter el cuerpo a un ejercicio intenso para combatir el frío. Se inicia ahora la temporada de los vientos, como nos dice muy bien el refrán:

Per Sant Vicenç / paren els gels / i vénen els vents.
(Por San Vicente / paran los hielos / y vienen los vientos).

Las brisas de febrero, continuadas en marzo y que suelen llegar hasta abril, son muy adecuadas para hacer volar cometas (Nota: en el original grues i estels. Estas palabras también tienen la acepción respectivamente de "grullas" y "estrellas").

 

En tiempos de nuestros abuelos, cuando la ciudad estaba amurallada, y más allá de las murallas se extendían los glacis (grandes espacios anchos destinados a los movimientos de tropas en casos de tener que maniobrar), el arte de hacer volar cometas había tenido una importancia de la que no queda casi recuerdo. Para que la cometa volara gallarda y sin hacer la "señora", se necesitaba un espacio bastante ancho para poderle dar hilo a conveniencia y para correr de aquí para allá siguiendo las evoluciones que el viento le imprimiera, ya que bien decía el dicho de los viejos cometeros:

"Estelaire assegut, / estel perdut."
(Cometero sentado, / cometa perdida).

Y es que en aquellos tiempos los cometeros no se limitaban a hacerlas volar, sino que las hacían pelearse y armaban verdaderas batallas de cometas. Las cometas piratas y de presa, que atacaban a las otras y las hacían caer, llevaban sujeto en la parte delantera un pedazo de vidrio muy cortante o una hoja de navaja. Los que las dirigían, con un ingenio verdaderamente prodigioso, hacían que sus cometas besaran a las otras; pero el beso era mortal, ya que con el elemento cortante al que nos hemos referido, cortaban el cordel que las sostenía y las hacían caer al suelo, quién sabe a dónde del lugar en donde se encontraba el que la sujetaba, que se encontraba con el trabajo de ir a encontrarla. Para poder escaparse del beso de las cometas de presa, era necesario correr y huir de la persecución de las piratas, y de ahí el sentido del refrán dicho anteriormente, que desaconsejaba sentarse a los buenos cometeros, y aún otro con el mismo sentido:

"Esteler assegut, / estel vençut."
(Cometero sentado, / cometa vencida).

Hacer volar cometas no era tarea demasiado tranquila, porque, además de las cometas de presa, estaban los "trenca-estels" (rompe-cometas), que se complacían en hacerlas caer, a veces a tres y cuatro a la vez. Los rompe-cometas, con un dispositivo especial, lanzaban al aire una piedra atada con un cordel y procuraban que pasara por encima del hilo que sostenía las cometas. El hilo que estaba atado a la piedra, al caer ésta, hacía seguir a los que pasaban por debajo de él y hacía caer al suelo en un enredo indescifrable tantas cometas como hilos encontraba al caer. Como se puede deducir, hacer volar cometas tenía sus peligros y por eso hacía exclamar a los que se entretenían con ello:

"El ver volar l'estel / no és pa amb mel."
(Hacer volar la cometa / no es pan con miel).

Las peleas de cometas apasionaban mucho a los que se dedicaban ha hacerlas volar y a todo un público que hacía de espectador, y habían originado más de una pelea. Y seguro que muchas más habrían originado de no ser porque cuando los vientos eran fuertes o cuando paraba de hacer viento, el deporte de las cometas se hacía imposible y había que esperar a las brisas del año siguiente para volver a ello, y en un año la exaltación de los ánimos se apaciguaba.

Los cometeros barceloneses formaban tres grupos ("colles") que se reunían y tenían su centro en otros tantos puestos donde se vendían cometas ("parades d'estels"). Los del "Raval", que salían por las afueras del "Portal de Sant Antoni", se juntaban en un puesto de venta que había junto a las paredes del palacio de "En Moya", en la "Rambla dels Estudis", delante de "Betlem". Los del núcleo central de la ciudad tenían su centro de reunión al abrigo de un puesto de venta en la plaza de "Sant Jaume" y salían a volar por los glacis del "Portal de l'Àngel". El grupo del "Portal Nou" campeaba por la explanada de delante de la "Ciutadella" (ciudadela) y se reunía en el puesto de cometas de la calle de "Tantarantana". También había diversos grupos de cometeros en las barriadas de "Gràcia" y "Sants".

 

Cuando éramos pequeños, para que las cometas volasen bien cantábamos:

"Grua, vola, vola, cua d'Oriola."
(Cometa (grulla), vuela, vuela, cola de Orihuela).

Y creíamos que podíamos provocar la caída de la cometa de otro cometero cantando simplemente:

"Que caigui, que caigui."
(Que caiga, que caiga).

Todo el valor de encantamiento de la formulita está basada en la fuerza mágica de la palabra, aumentada por el efecto de ser cantada.

[...]

La Cuaresma. Primer Jueves.

[...] Un divertimento propio de la Cuaresma era el hacer volar cometas. El tiempo se presta, ya que se mueven pequeños vientos que permiten el vuelo de las cometas sin casi peligro de que se las lleven. Hacer volar cometas había constituido un deporte de personas mayores, y, sobre todo los domingos, los glacis de las murallas, la explanada y los alrededores de la ciudad se veían llenos de cometeros. Generalmente los cometeros se hacían las cometas, pero había quien se dedicaba a hacerlas para venderlas en puestos de venta en la calle, donde se reunían los cometeros durante la temporada, a fin de discutir sobre el mismo arte cometero. Había tres núcleos, formados alrededor de otros tantos puestos de venta: la de "En Mingo", que estaba en la "Rambla dels Estudis", en la pare de del palacio "Comilles", delante de "Betlem"; la del "Sidro", que se ponía en la plaza de "Sant Jaume", y la de "Tòfol", que radicaba cerca del "Rec" (acequia). "En Mingo" concentraba a los cometeros del "Raval", que actuaban en los alrededores del portal de "Sant Antoni"; En "Tòfol" concentraba a los de "Ribera", que acudían por los andurriales de la "Ciutadella" (ciudadela) y del "Rec" (acequia), y "El Sidro" reunía a los que las hacían volar por la "Alameda" o paseo de "Gràcia" y el "Portal de l'Àngel".

[...]

Junio, día 23: el Sol, la Luna y las estrellas

(El texto comienza hablando de las supersticiones relacionadas con las estrellas, y continúa de la siguiente manera):

[...] Quién sabe si podría tener conexión con las creencias referidas la costumbre de nuestros abuelos de volar cometas en la explanada y en los glacis de las murallas, entretenimiento preferido por la gente madura que no solía a buscar la buenaventura y que, después de comida la "coca" (torta, bizcocho) se iba patriarcalmente a dormir y al día siguiente (o sea, el 24 de junio, día de San Juan) madrugaba con el fin de volar la cometa pintada y decorada con graciosas figuras, el cual era tema de lucimiento y de competencia entre los aficionados a este divertimento, y que se inspiraban en la imaginería popular, especialmente en las viejas figuras de teatro de papel recortado que tanto habían hecho disfrutar las generaciones infantiles del último tercio del siglo pasado. También había pintamonas que se dedicaban a pintar cometas, las cuales vendían en los puestos de venta típicos instalados en las plazas de "Sant Jaume", "Sant Agustí", del "Pedró" y de la "Rambla dels Estudis", pinturas ingenuas y pueriles del estilo de los exvotos que constituían un aspecto del arte popular, interesante y perdido.

[...]

 

Noviembre: último domingo, primero de Adviento

[...] Nuestros abuelos, aficionados a volar cometas, aprovechaban los días de vientos flojos y suaves para probar las cometas nuevas, con el fin de poder rectificar y corregir la proporción de los tirantes y las cuerdas, si no estaban bastante niveladas, con el propósito de estar bien preparados tan pronto como los vientos de febrero y de marzo iniciaran la campaña de volar cometas.

[...]


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Enviado a la lista ic@ros por Alfonso Pérez (Burjassot - Valencia)
extraído de El rincón de las cometas