Tirada aparte de la revista "Valencia Atracción", órgano de la
Sociedad Valenciana Fomento del Turismo,
números de febrero y de marzo de 1947. Tres viñetas
de Pascual Llop
I
La Pascua. - Infulas doctorales, no. - La Academia y Valbuena. -Cachirulo, Milocha y Compañía. - Descomunal batalla por la "e" y por la "i". - El carro de Latan y otras etimologías amenas. - Las terribles modas femeninas.
La Pascua de resurrección tiene en la ciudad de Valencia y hasta en buena parte de su antiguo Reino, aunque aquí se tratará principalmente de la primera, unas cuantas notas características.
La gente, en los tres días pascuales y también el día de San Vicente Ferrer, patrono de la ciudad y del reino, cuya fiesta se celebra el lunes siguiente al de Pascua, sale al campo, que entonces suele manifestarse con toda la frescura y todos los esmaltes de la primavera. Las personas mayores se limitan generosamente a disfrutar del espectáculo y a tomar parte en las meriendas, que no son cualesquiera, sino que requieren determinados manjares. La gente joven, sin perjuicio de merendar, se entrega a juegos de agilidad y buen humor; unos modernos, pero no pocos ancestrales. Finalmente los chiquillos, a más de acometer vorazmente la consabida merienda, dedícanse a volar cometas de distintos colores, tamaños y hasta formas, que originan en el cielo límpido una artificiosa constelación. |
Hablemos, pues, de tales cometas, sin ínfulas doctorales, que serían inadecuadas para una materia, en fin de cuentas, baladí, sin ánimo de agotar el asunto y sin propósito alguno de tecnicismo en ningún sentido y solamente con ánimo de allegar varias notas dispersas, publicar algunos documentos inéditos y recoger algún detalle más o menos curioso.
En primer término, hay que acudir al Diccionario de la Lengua Española, publicado por la Academia del caso, para ver su definición de la cometa, que es la siguiente:
"Armazón plana y muy ligera, por lo común de cañas, sobre la cual se extiende y pega papel o tela; en la parte inferior se le pone una especie de cola formada por cintas o trozos de papel y sujeta hacia el medio a un hilo o bramante muy largo, se arroja al aire, que la va elevando, y sirve de diversión a los muchachos." Sin ánimo de competir con don Antonio de Valbuena, célebre por sus inventivas, no siempre de buen gusto, contra la Academia aludida, cumple declarar que la transcrita definición no es felicísima. Por de pronto, el papel o la tela no se pegan del todo a las cañas, sino que meramente se sujetan en varios puntos. Además, la sujeción de la cometa al hilo o bramante muy largo no se hace directamente, sino con unos tirantes intermedios. |
Un niño volando una cometa hace... bastantes años, según se colige por el indumento (foto Cabedo) |
El mismo lexicón oficial registra la palabra "milocha" como usada en algunas partes con el valor de cometa. Pero respecto a esta identificación ya se hablará más adelante.
Por ahora ha de consignarse que en tierras valencianas nadie emplea la palabra "cometa", ni aún aquellos que por cuna y por hábito usan exclusivamente la lengua castellana.
Antiguamente, como podrá verse en algunos textos aducidos, se empleó la voz "milotxa" (escrita a veces "milocha"), con la que se designaba a las cometas en general, incluso cuando eran de porte complicado.
Respecto al origen de la palabra milotxa, aplicada a una cometa, hay inseguridad. Efectivamente, no es fácil ver como la ve la Academia mencionada, relación alguna entre la miloca, ave rapaz y nocturna, parecida al búho, y el papel o la tela volante de que se trata. Hay quien supone (y es mucho suponer) que milotxa es corrupción de miloca o mi-loca, porque el mencionado artefacto, cuando esta desequilibrado, gira más rápidamente o más locamente que sus congéneres... Por cierto que el autor de esta etimología es, como se verá, el que befa la de cache et roule para "cacherulo"...
Posteriormente a la preponderancia de la voz "milotxa", ganó terreno la palabra "cachirulo" o "cacherulo", usadísima en la actualidad, con exclusión de toda otra, como no sean aquellas que señalan especialidades en estos artilugios aéreos.
He aquí, sin embargo, que con solo mencionar la palabra surge la tea de la discordia filológica.
Efectivamente, don Francisco Sánchez Ocaña, corresponsal en Madrid del diario valenciano El Correo, opinó, en éste, el día 15 de abril de 1911, que no se debía escribir "cacherulo", sino "cachirulo", sin bastardilla, por ser vocablo español.
F. Vilanova (o sea don Francisco Vilanova y Pizcueta) salió al palenque en el también diario valenciano Las Provincias, del 20 de los mismos mes y año, con un artículo titulado "¿Cacherulo o cachirulo? Cuestión filológica de actualidad".
Pocos días después - el 23- terció en el mismo diario "Un lector" de Las Provincias, con una "Carta abierta" para el señor Vilanova.
Inmediatamente, - el día 24- surgió la firma "Uno del Maestrazgo", con una "Carta abierta" dirigida a los dos anteriores en el repetido diario Las Provincias, donde en adelante seguiría desarrollándose la polémica.
Así, el señor Vilanova tornó a razonar, el día 26, con otra "Carta abierta".
Y al día siguiente insistió en sus puntos de vista "Un lector de Las Provincias".
Nuevo contendiente, Arturo E. Soriano, saltó a la palestra el 6 de mayo con la correspondiente "Carta abierta" al señor Vilanova y demás controversistas del tema "cacherulo o cachirulo"; epístola que, sobre ser más luenga que las precedentes, tuvo su continuación el 15 de mayo de 1911.
El mencionado lector de Las Provincias replicó al señor Soriano el 31 de los susodichos mes y año.
Y aún es posible y hasta probable que se publicara algún escrito más sobre el descomunal asunto.
Por lo tanto, dar una relación de los argumentos aportados por cada polemista constituiría una labor más larga que... una cola de cometa; vista de lo cual solo se apuntan aquí estos datos escuetos, sin perjuicio de recoger determinados pormenores en sitios más oportunos.
Mientras tanto conviene acudir nuevamente al Diccionario de la Lengua Española, que en la voz "cachirulo" registra las siguientes acepciones:
" Vasija de vidrio, barro u hoja de lata en que se suele guardar el aguardiente u otros licores. = 2. Embarcación muy pequeña de tres palos con velas al tercio. = 3. Adorno que las mujeres usaban en la cabeza a fines del siglo XVIII. = 4. En estilo bajo, cortejo, 4. ª acep. = 5. And. Vasija ordinaria y pequeña. = 6. Méj. Forro de paño o de gamuza que se pone al pantalón por la parte interior de los muslos y el asiento y se usa especialmente para montar." |
Respecto a la etimología de la palabra "cachirulo", la Academia la ve en el latín capsula. Mucha vista se necesita para ello. Arturo E. Soriano, en el trabajo antecitado, la busca en la esencia misma de la cometa, que cae y da vueltas en el espacio o sea - dicho en francés - tombe et roule. Pero no cae de cualquier forma, sino violentamente, o sea que no sólo tombe, sino cache (?). Por lo tanto cache et roule. Y de ahí algo parecido a cacherul, como antecedente inmediato de cacherulo...
Esta etimología, a juicio de cierto comentarista antes aludido, era parecida a la que un filólogo - llamémosle así - asignó al vocablo charlatán, derivado del char en que pregonaba su mercancía un vendedor ambulante llamado Latan. De le char de Latan al charlatán no va más que un paso (casi un paso de baile).
Pero no hay que darlo, sino regresar a las acepciones académicas de la palabra "cachirulo", para fijarse en un detalle de probable valor, cual es el de que a fines del siglo XVIII se denominaba así a un adorno que las mujeres usaban en la cabeza. Precisamente en aquella época, según nuestra literatura popular y la periodística - naciente -, los labradores y aún los artesanos, ridiculizaban las modas del señorío, a muchos de cuyos componentes llamaban pixavins. El cachirulo que ostentaban las señoras pudo ser considerado grotesco por la apreciación popular y equiparado, por ende, a la milocha, generalmente de carácter bufo, hasta el extremo de arrinconar el nombre viejo por el que así nació.
Recuérdese también, a propósito del adorno capital, que en los pueblos valencianos de habla castellana o aragoneses próximos a Valencia, se llamaba "cachirulo" al pañuelo que los varones llevaban para taparse la cabeza.
De aquella manera, pues, se llegó a los tiempos modernos, en que la predominante palabra "cachirulo" coexiste, sin embargo, con la casi arruinada "milotxa", pero de suerte que cada una tiene un significado propio, como puede apreciarse en las respectivas definiciones que da Constantí Llombart en su Diccionario valenciano - castellano (Valencia, 1887).
CACHIRULO o CACHERULO (no cagerul, como allí se registra en un intento de valencianización que no responde a la realidad hablada, ni a la tradición, ni a un purismo aquilatado.) es: "Armazón plana, compuesta regularmente de tres cañas cruzadas, dos de igual tamaño colocadas en forma de aspa, y otra más corta que las divide, y forman seis lados. Por los extremos de dichas cañas corre un bramante que las sujeta, y sobre el cual, a manera de bastidor, se pega papel, regularmente de colores, y que tiene figuras pintadas. En uno de sus lados, el inferior, se le pone una especie de cola (coa o cúa) hecha de retazos de papel o tela; de los dos extremos superiores y del centro salen tres hilos (estironets o tironets) que se unen, siendo el del centro, que se prolonga hasta donde se quiere, el que sirve para volarla. Ya así dispuesto se arroja al aire, que la va elevando, y proporciona diversión a los chicos. Generalmente por Pascua de Resurrección es cuando más se vuelan."
MILOTXA (o MILOCHA) es: "Papel doblado en forma que se puede volar como la cometa."
Es decir, que, según Llombart, esta palabra se aplica a la cometa que no tiene armazón, aunque precisamente por ello el papel ha de ser algo rígido.
Sin embargo, la imparcialidad obliga a consignar que, en la mencionada polémica de Las Provincias, aseguró "Uno del Maestrazgo" que en la parte baja de aquella comarca se llama "milocha" a la cometa con armadura y "cachirulo" (o "cacherulo", para evitar enfados) al juguete confeccionado solamente con papel.
Y la misma imparcialidad obliga a llamar la atención sobre las declaraciones de un técnico - insertas más adelante -, según el cual las milochas fueron antaño ingenios con armazón de cañas y bastante complejos.
Por lo que toca a la batalladora cuestión de la "i" y de la "e", parece que no debe haber inconveniente en admitir que la voz "cachirulo" como palabra castellana que traslaticiamente ha llegado a designar la cometa, mientras que "cacherulo" es una valencianización vulgar del mismo vocablo, que ortográficamente debería escribirse "catxerulo".
II
Allá en el siglo XVII. - Hay quien se mató volando cometas. - Un mes de cárcel. - Faroles rompidos. Un drama de Echegaray. - ¡¡ Espionaje!! - Maurice y el "cerf-volant". - El "Quijote", Sorolla, etc.
Palabras, palabras, palabras... Eso es lo que hasta ahora resalta en las presentes divagaciones. Por lo tanto conviene pasar a los hechos, tanto más si tienen cierto carácter histórico.
El texto más antiguo que será aducido aquí se halla en el dietario de Mosén Juan Porcar, capellán de San Martín, quien registró acontecimientos comprendidos entre 1589 y 1629. Su manuscrito de Coses evengudes en la ciutat y regne de Valencia ha sido publicado por don Vicente Castañeda y Alcover (Madrid, 1934). Y en la página 88 del tomo I cuenta el autor del dietario que el día 26 de abril de 1606, entre las cuatro y las cinco de la tarde, hallándose en el Puente de los Serranos con su hermano, el ama y Franceset - que era el negrito de su padre -, volaban por ola parte del convento de la Zaidía "una com a milocha ab la figura de sant vicent ferrer y al peu les armes de valencia". De pronto, vuelta la imagen hacia la Puerta de los Serranos y tirando la cuerda hacia el Puente de la Trinidad, se enganchó aquélla, con un nudo que tenía, en unos postes que formaban parte de la enramada en la cruz de dicho puente. Entonces la figura del santo que constituía la milocha cayó al agua que pasaba bajo el arco donde estaba la cruz. Y como si unas manos lo sostuvieran, se mantenía sobre el agua del río que por allí pasaba. "Un bras de aygua se aplana y ana riu avall." Al cabo de media hora empezó a llover. Que nuestro gran Patrono quiso mojarse en la tierra, para que el cielo fuera servido de enviar el agua por la que durante muchos días hacíanse procesiones. Confiemos en él - terminaba diciendo Mosén Juan Porcar -, pues jamas he oído que falte a nuestras necesidades, antes bien nos vale y ayuda en todo y para todo. |
Nada más. Pero antes de proseguir conviene subrayar el hecho de que en este texto de principios del siglo XVII se da el nombre de milocha a un artilugio consistente como para ostentar la representación descrita y para mantenerse algún tiempo sobre las aguas.
El mismo nombre se le da en otro pasaje del dietario, impreso en la página 181 del mencionado tomo I, donde se cuenta que el martes 20 de mayo de 1614, tercer día de Pascua del Espíritu Santo, un hijo pequeño de don Juan Pallás, señor de Cortes, que se hallaba en el huerto situado allende la Puerta de San Vicente, cayó del terrado de la casa al volar una milocha.
No consigna el dietarista la suerte (o desgracia) que corrió el niño; pero consta fehacientemente que en caso parecido, alguien perdió la existencia.
Pues en el libro de Pregones número 11 del Archivo Municipal de Valencia, figura uno que dice:
" El Sr. D. Arias de Campomanes Omaña, del Consejo de S.M., Alcalde de su Real Casa y Corte, Corregidor y Justicia Mayor de esta ciudad de Valencia, etc.
En atención que por este tiempo se suelen experimentar algunas desgracias de bolar milochas en las torres, terrados y texados de esta Ciudad y teniendo presente lo que sucedió en el día de ayer de hauer caído y muerto uno que bolaba una milocha, y conviniendo obiarlas y precaverlas, Mando que desde el día de oy en adelante después de la publicación de este Pregón ninguna persona de cualquier edad y calidad que sea, así en esta ciudad como en sus arrauales no buele ni permita bolar en sus torres, texados, ni terrados Milochas, bajo la pena al dueño y habitador de la casa donde se bolasen de Quince días de Carzel y tres libras aplicadas a gastos de Justicia y se procederá contra los mismos contraventores que las bolasen con las mismas penas de Carzel y demás que procediere de Justicia respecto de los que quisieren usar de esta diversión la podrán hazer sin riesgo ni contigencia alguna en los Campos, Plazas, y Calles si tener quimeras ni pendenciasen cuio caso se les castigará seueramente y nadie pueda alegar ignorancia se manda hacer este público pregón en Valencia en primero de marzo de 1737"
Y, efectivamente, el bando se hizo, pero no de una manera ordinaria o sea por un pregonero en varios puntos que eran lugares acostumbrados para semejante menester de publicidad, sino de una manera extraordinaria o sea por dos pregoneros - Vicente de la Morena y Domingo Catalá - en varios días por todas las calles y plazas de la ciudad, así por sus arrabales.
El pregón transcrito no debió de tener mucha eficacia, por cuanto en 15 de febrero de 1740 fue repetido en términos generales por el entonces Corregidor don José de Fonsdeviela, quien aumentó la penalidad para el dueño y habitador del edificio desde donde se volaran milochas, fijándola en "un mes de Carzel y seis libras de multa que se le sacaran incontinenti." Además se encargaba " al Alguacil maior de esta Ciudad para que por si y los Arguaciles ordinarios celen y vigilen en el cumplimiento de lo que aquí se manda."
Arraigada, bien arraigada estaría la afición. A prueba de peligro mortal. Y aderezada, por lo que se deduce, con riñas personales, que seguramente eran una prolongación de las riñas entre cometas que han llegada hasta nuestros días, aunque ahora se hallan completamente en desuso.
A últimos del mismo siglo XVIII - ¡ Cuando las señoras llevaban el cachirulo en la cabeza! - las autoridades todavía tenían que ocuparse de las cometas y de quienes las volaban.
Efectivamente, en 9 de octubre de 1792 se dio un bando, reproducido en el Diario de Valencia del siguiente día, en que don Joaquín de Pareja y Obregón, Corregidor de Valencia, hacía saber que, habiendo principiado en primero de dicho mes el alumbrado, que duraría hasta fin del venidero mayo, quedaban establecidas varias providencias contra los que hurtaren faroles o los rompieren o maltrataren con hacha, palo o piedra, y contra los que por malicia o descuido atropellaren a los operarios y dependientes que encendían, limpiaban o maniobraban dichos faroles, así como se ordenaba que de quitarse farol o palomilla a causa de alguna obra, lo fuese por el tiempo preciso y a costa del interesado, y no se depositaran escombros debajo de tal palomilla, ya que este lugar había de hallarse desembarazado para asiento de la escalera utilizada con objeto de encender y asear el farol. El bando terminaba prohibiendo determinados juegos de la chiquillería en las vías donde hubiese alumbrado "como ni tampoco volar cometas ni otro genero que pueda romper o maltratar dichos Faroles," bajo la pena de tres días de cárcel. Y de no encontrarse el delincuente el farol rompido (así decía el bando, así) correría a cargo de los vecinos inmediatos, por la obligación que se les encargaba de no permitir semejantes juegos.
Es decir, que los delincuentes de marras solían fer fil trencat, dicho sea con locución oportuna, pues aunque la traducción literal ("hacer hilo roto") resulta poco expresiva, el origen alude precisamente a cuando se rompe el hilo de las cometas y el sentido expresa algo así como tomar las de Villadiego para no hacer frente a un compromiso.
Por lo demás, estas noticias del siglo XVIII casi empalman con otras del siglo XIX, demostrativas de que en gran parte de esta canturía la afición por las cometas debió de mantenerse muy viva. Entre diversos testimonios al respecto figura el de don José de Echegaray. Efectivamente, este dramaturgo, ingeniero, ministro, etc., se ocupa de las cometas en su obra Ciencia popular, publicada en Madrid el año 1905. Comienza diciendo que los sabios imitan los juguetes de los niños; así, forman burbujas de jabón para estudiar fenómenos de óptica; emplean un trompo o peonza, llamado giróscopo y...
¿Qué más? - pregunta Echegaray -. Están las cometas, las celebres cometas, a las que en algunas provincias llaman birlochas. También ellas son empleadas por los sabios para fines científicos.
Y añade literalmente:
" A principios del siglo (y aún supongo que desde mucho antes) los chicos echaban cometas, y en algunas provincias Mediodía el afán por las cometas rayaba en delirio.
En Murcia, por ejemplo, donde pasé mi niñez, así como durante la noche se cubría el cielo de estrellas, entre la salida y la puesta del sol, toda la mañana y toda la tarde, se llenaba la bóveda azul de cometas de diferentes formas y de diferentes tamaños. Formas de rombo perfecto, de romboide y de perfectas estrellas de ocho puntas y de varios colores, astros enormes de cien pliegos, según entonces se decía, que no había quien los manejase a brazo y que había que remontarlos a torno.
Y todas las cometas llevaban su magnífica cola flotante, hecha de recortaduras de papel y, a veces, de trapo.
La cola era necesaria para el equilibrio dinámico y se aprovechaba, además, para los grandes combates aéreos de unas cometas con otras en pleno campo y más comúnmente entre terrado y terrado.
Porque al fin de la cola se disponían, entre dos cañitas cuchillos de filo cortante, como navaja de afeitar. Y cuando dos cometas luchaban consistía la habilidad y estaba el mérito en cortar el hilo de la cometa contraría, con la cuchilla de la cometa propia"
Había, pues, una belicosidad de las cometas, que también se echaba de ver en tierras valencianas, como se ha indicado anteriormente.
Más sorprenderá que las cometas fueran objeto de especiales disposiciones en tiempos de lucha. Pero de ello precisamente trata el siguiente pregón correspondiente a una época en que peleaban con las armas en la mano los partidarios y los enemigos del régimen constitucional.
BANDO
"El Sr. Gefe Político Superior Interino de esta Provincia D. Juan Abascal, acaba de comunicar orden al Ayuntamiento prohibiendo se eleven cometas desde los terrados, ni aún desde el suelo, á grande altura de día y mucho menos por las noches con luces, cuyo abuso que se ha notado en esta diversión, si bien era tolerable en otro tiempo, no lo es en el presente en que pueden comunicarse por este estilo algunos avisos al enemigo: en consideración á ello se hace saber: Que ninguna persona de cualquiera clase y calidad que sea pueda usar de semejante diversión de elevar cometas de día ni de noche con luces ó sin ellos; en inteligencia de que al que contraviniere á esta prohibición se le exigirá la multa de mil reales vellon, y se le formará causa por sospechoso de confidencia con los enemigos, y se le juzgará con todo el rigor de la ley. Y para que llegue a noticia de todos y nadie pueda alegar ignorancia se manda publicar y fijar el presente Edicto en el parages acostumbrados de esta Ciudad. Casas Consistoriales de Valencia 23 de Marzo de 1823. = Salvador Sanjuan, Alcalde 1º Constitucional = Manuel Chiva, Alcalde 3º = Juan Bautista Ros. = Tomas Matutano. = José Vargadá. = Jorge Chornet. = Gaspar Dotres. = José Ramiro. = Domingo Valero, Regidores.
De acuerdo del Ilustre Ayuntamiento Constitucional
Salvador de Alagon, Secretario"
¿Verdad que es curioso el bando? Entre otras cosas, por esas luces, que en la oscuridad de la noche producirían un gracioso efecto.
Atención, pues a las luces, que van a reaparecer en otro testimonio de positivo interés perteneciente asimismo al siglo XIX.
Hallase contenido en Le livre de Maurice, obra escrita por F. de Silva y publicada en París, sin fecha, pero con estilo ochocentista.
El libro apuntado tiene cierto carácter escolar. El día 15 de septiembre de 1861 llegan a la ciudad de Valencia dos señoras francesas, un niño de cinco años y la niñera de éste. La criatura es sobrino de una de las damas, que ha de pasar una temporada en la urbe del Turia buscando la benignidad climática por achaques de salud. Todo ello da motivo a tres cosas: 1º, que el niño sea objeto de unas normas de conducta que le hacen tan... mono y tan... simpático como el nunca bastante ponderado Juanito de Parravicini; 2º, que se le narren una serie de cuentos a manera de interludios y 3º, que se expongan una serie de observaciones sobre Valencia, descripciones de sus monumentos y costumbres, etc., que, por encima de ciertas impertinencias no extraordinarias en obras extranjeras, denotan un evidente conocimiento de Valencia y una innegable simpatía por la ciudad.
Grabado en el "Magasin des Demoiselles". |
Grabado en el "Journal de Demoiselles". |
(Colección del autor) |
Pues bien entre los diversos capítulos hay uno - el XXIV - que se titula "Quatre cerf-volants" y que efectivamente trata de cometas.
Las casas de Valencia - dice el señor de Silva, en términos aquí reducidos - rematan en cubiertas planas, dispuestas a manera de terrazas, donde los moradores tienden la ropa y por la noche toman el fresco. Los niños y también los jóvenes las utilizan para una de sus diversiones favoritas: las cometas. Cuando el sol se pone y comienza a soplar la brisa marina, centenares de cometas suben hacia el cielo. Las hay soberbias, en forma de serpientes y mariposas, a las cuales cuelgan farolillos que, de noche, pueden engañar a los astrólogos, haciéndoles creer en nuevas estrellas. Bien por esa causa, ya por su cola, en España les llaman como las llaman: cometas.
El tal Maurice se compró una que tenía pintado un magnífico toro castaño; le pusieron una cola en que no se escatimó el papel y la proveyeron de un voluminoso ovillo de bramante. El niñito esperaba que el toro atravesara la luna con sus cuernos. Pero la ascensión, a pesar del viento favorable, fue un fracaso: A diez intentos, correspondieron diez caídas de la cometa como un pájaro herido en las alas...
Ya iba a ser abandonada la hipotética diversión, cuando subieron un niño de diez años, con aire arrogante y provisto de una magnífica cometa de papel dorado; una niña no menos arrogante, con una cometa de papel plateado, y chicuelo, con cara de patán, que llevaba una tercera cometa de papel gris, sin adorno alguno, probablemente confeccionada por él. Los dos primeros eran los hijos de una familia vecina de la misma casa; el último era el criadillo.
Manejadas por sus respectivos dueños, la cometa dorada se negó a subir; la plateada, se enganchó en una chimenea, y la gris ascendió rápidamente, ligera como una pluma. Y todos los demás niños tuvieron envidia de la cometa más fea... Por eso, mientras Pepe - o sea el famulillo - iba a desenganchar la cometa enganchada, los dos hermanos se agarraron al cordel de la cometa, pero con tanta torpeza que no tardaron en perderla.
"Inspiración", cuadro de R. Heyn, reproducido
en un almanaque de "La ilustración española y americana".
La forma de la cometa es la del llamado "abaetxo" en tierras valencianas
Entonces el educadísimo Maurice ofreció la suya. Pepe, con una destreza y una habilidad "qu´on n´aurait pas attendues de sa tournure un peu pataude" sustituyó el armazón de palos por uno de cañas, arregló la cola con papeles y trapos y acabó elevando aquella cometa como había hecho con la suya, hasta el punto de que casi no se veía en la inmensidad del cielo. "Maurice était ravi"
Todo muy siglo XIX. Y a la misma centuria se refieren las "Memorias de un setentón" (don Teodoro Llorente Falcó) en sus artículos " El cacherulo" y "Divagaciones sobre el cacherulo y milocha", publicados en Las Provincias de los días 23 y 24 del abril de 1946, donde no faltan, en la atmósfera de la evocación, detalles curiosos, como el de que en la confección casera de cometas se utilizaban las agujas de hacer media, puestas en candencia, para agujerear las cañas del armazón.
Despachados estos pormenores más o menos históricos, cabría dilatar la presente monografía con el estudio de las relaciones ente las cometas y diversas actividades o disciplinas.
Al fin y al cabo, un valenciano tan ilustre como Jorge Juan escribió "Sobre la theoría de los cometas que vuelan los niños para verificar la ley con que resisten los fluidos", escrito que figura como apéndice a su Examen marítimo o Tratado de Mechanica.
Y si no puede probarse que Miguel de Cervantes volara cometas - como haría uno de aquellos cervantistas que metían al tan grande como desventurado escritor en todas partes -, hay relación entre cometas y el Quijote. Efectivamente, en una curiosa colección de minutas gastronómicas que posee el autor de los presentes párrafos, figura una que es un auténtico cachirulo con armazón de cañahejas y vestidura de papel en típica forma exagonal, donde se haya impreso lo siguiente:
Minuta en forma de cachirulo (Colección del autor)
" El anticuari En Chusep Garcia al Orfeó L´Antigor, en conmemorasió al centenari del "Quijote".
Menchasa: Botifarrons torrats. - Ansisam de la terra. - Coques en molles. - Carabasa al form. - Moniatos calentets. - Cacau, Tramusos, Chufes y dolor de estómago.
Vi. - Del eixut y Aigüardent. - Aigüa de Paterna."
También cabría hablar de las cometas en el teatro. Efectivamente, hay varias obras de la escena valenciana en que se glosan aspectos de la Pascua de Resurrección o tienen por fondo el ambiente de tan jocunda fiesta. Como es natural, en la mayoría de dichas obras no faltan alusiones a las cometas, siendo de notar a este respecto que uno de los mil nombres que vulgarmente se da a la embriaguez es el de cachirulo. Pero además, el día 9 de diciembre de 1924 se estrenó en el Salón Novedades de Valencia, una comedía en un acto, original de Rafael Clemente y Felipe Meliá, titulada precisamente Com els cacherulos. La acción se desarrolla, una tarde pascual, en una taberna de las barriadas marítimas. Hay amores entre la hija del tabernero y un joven que por ambición se dedica al contrabando. Esta actividad esta a punto de ocasionarle un grave disgusto. Pero reaccionando a tiempo, retorna a la vida cotidiana del trabajo honrado: como una cometa que, roto el hilo, cae al suelo. Les ilusions son els cacherulos de nostra fantasia!, exclama un personaje para terminar filosóficamente la obra.
Cachirulo pintado por Joaquín Sorolla, que caricaturizó al músico don Rodrigo Segura
Y, puestos a estudiar las cometas "en sus relaciones con las demás ciencias", como dicen o decían los libros de texto, ¿será posible omitir las concomitancias con el arte de la pintura? No, no y mil veces no...
Por ello debe comenzarse por transcribir, modificando la ortografía, una breve epístola que se conserva en el Archivo Municipal de Valencia, dirigida por el insigne pintor don Joaquín Sorolla a su amigo don Antonio Sala Igual:
"Valencia 7 de mayo 83.
Querido amigo Antonio: El miércoles salgo de ésta para ésa en el tren correo. Supongo te encontraré tan bueno como te dejé, sino mejor, y que tus estudios irán viento en popa, de lo que me m´alegre perque te vullc.
Yo pintando... cacherulos.
Consérvate bueno, que pronto iré a darte un abrazo. Tu amigo, J. Sorolla.
Saluda a tu querido primo Solá, pintor, de mi parte"
A continuación la epístola lleva dos dibujos caricaturescos, que representan una escuálida testa de "farmacéutico, sin agua de pozo y de poble" y una oronda cabeza de un farmacéutico "de Corte, con agua y sin trichina, que aquí abunda. Eso nos faltaba".
Sorolla no sólo pintó cachirulos en el sentido metafórico, sino realmente.
Fue en sus mocedades cuando, sobre el campo exagonal de una cometa, trazó per diletto el retrato caricaturesco del pianista Roberto Segura, a quién regaló tan curiosa obra.
Esta reapareció al cabo de unos cuarenta años, para ser exhibida, fuera de certamen, en un singular concurso de cachirulos, convocado, con otro concurso de "monas" (o tortas con huevos característica de la gastronomía pascual valenciana), por el Circulo de Bellas Artes que estuvo establecido en la calle de la Paz.
Pero - como decían los novelistas de folletín y de folletón - no adelantemos los acontecimientos...
En 16 de abril de 1911 se inauguró en el Circulo de Bellas Artes una manifestación gastronómico-aérea, en el sentido de que se integraban monas y cachirulos.
Un trío de pintores dictaminó sobre las tres mejores monas que expusieron confiteros y horneros, a las cuales fueron otorgados los premios de 20, 15 y 10 pesetas. (Para que no haya duda, quede escrito en letras veinte, quince y diez pesetas.)
Y un trío de confiteros y horneros otorgó los premios a los cachirulos más originales y graciosos que fueron:
1º El de Teodoro Andreu, titulado "el bufat dels tres cacherulos"
2º El de Ramón Stolz, titulado "el tieso" y
3º El de Felipe Ballester, titulado "El milacre de les tres figues".
Diplomas: A los de Manuel Montero, Antonio Fillol, Julio Sanchis, Federico Mellado y Honorio Romero Orozco.
Además de los señores mencionados, también presentaron cometas los socios de la entidad: Joaquín Agrasot, Ricardo Verde, Vicente Navarro, Ernesto Valls, Tono y otros, sin olvidar al periodista Maximiliano Thous.
Por cierto que los premios a los tres mejores cachirulos consistieron precisamente en las tres mejores monas.
Pero no solo tuvieron mona las artistas galardonados. El Circulo de Bellas Artes envió cien a la Asociación Valenciana de Caridad; cincuenta, al Asilo de San Juan de Dios y cincuenta, al Asilo de San Eugenio.
Finalmente, los socios de la entidad se reunieron en un ágape fraterno para celebrar el éxito obtenido. Aún ruedan por ahí fotografías de aquella comida celebrada en el desaparecido restaurante Miramar - en el puerto -, así como las que hay de la misma exposición. Recordaba ésta los versos del acendrado sainetero Eduardo Escalante, que en su romance "La mona de Pascua", dice:
Vine, passa´t un moment
Si vols un rato distraure´t,
i mira esa exposició
catxerulera, aon s´encanten
embelesats tots els xics
que per devant d´ella passen
La entrà d´eixe gran baçar
o botiqueta de salses,
aon lo mateix venen sucre
que mistos, unt i baralles,
pareix buc empavesat
plena de milotxes blanques
i vistosos catxerulos
que pengen bambolejant-se.
Un museo de pintures
quisà no´n tinga tan vàries
com les qued´eixos llaugers
catxerulos se destaquen.
El autor d´elles revela
ser un geni extraordinari
pues igual en tots los gèneros
i els assunts sap inspirar-se.
Per això al costat d´un sol
que per la unflor de les galtes
diries que està rabiant
de la boca o fent carases
hi ha una bolera en los braços
col.locatsen tant de aire,
que més que ballant,
pareix que el tòs estiga rescant-se.
Toreros hi ha de gaidó
i bous corrent en cinc cames
(és dir, en quatre i el rabo),
i un sens fi de personatges
que formen la col.leccció
més xistosa i admirable.
si bufa un poc el airet
els voràs demà empinar-se,
i fer enredro tal volta
un escolà en Garibaldi.
Ven, pásate un momento si quieres distraerte un rato, y mira esa exposición cachirulera, donde se encantan embelesados todos los muchachos que por delante de ella pasan. La entrada de ese gran bazar, o tiendecita de salsas (ultramarinos), donde lo mismo venden azúcar, que cerillas, ungüento y barajas, parece un buque engalanado llena de milochas blancas y vistosos cachirulos que cuelgan balanceándose. Un museo de pinturas quizá no tenga tan variadas como las que de esos ligeros cachirulos se destacan. El autor de ellas revela ser un genio extraordinario pues igual en todos los géneros y asuntos sabe inspirarse. Por eso al lado de un sol, que por sus mejillas hinchadas (por la "hinchazón de sus mejillas") dirías que está rabiando por la boca o haciendo muecas, hay una "bolera" (muchacha que baila un bolero) con los brazos colocados con tanto garbo, que más que bailando parece que se esté rascando la nuca. Hay toreros de perfil, y toros corriendo a cinco patas (es decir, con cuatro y el rabo), y un sin fin de personajes que forman la colección más chistosa y admirable. Si sopla un poco de brisa los verás mañana empinarse (volar), y enredar tal vez un monaguillo con Garibaldi.
Lo de "enredar un monaguillo con Garibaldi" es una expresión para destacar la variedad de motivos con que están pintados los cachirulos, de manera que, dos figuras tan antagónicas como esas dos (Garibaldi, en su afán por conseguir la unidad de Italia, llegó a luchar en el siglo XIX contra los estados pontificios para apoderarse de Roma) pueden compartir el mismo espacio de cielo para volar y llegar a enredarse. (Nota del editor)]
Prescindiendo de alguna otra exposición de cachirulos - como la celebrada en el Bar Champagne de la desaparecida Bajada de San Francisco, por iniciativa de su propietario don Joaquín Vento, y a la que concurrieron, para obtener premio, numerosos artistas -, hay que fijarse, por fin en la que celebró el supradicho Circulo de Bellas Artes en 1924. Oportunamente se lanzó una convocatoria para los artistas de dicha entidad, quienes habrían de enviar los cachirulos no pintados sobre papel, sino sobre tela, sin limitación de tamaño. Los premios consistían en Medalla de Oro y Diplomas de honor para la primera recompensa y sendas Medallas de plata, con los correspondientes diplomas, para los galardones segundo y tercero.
Pintaron cometas con dicho motivo, aunque es de suponer que algunos de ellos fuera de concurso, los artistas José Benlliuure Gil, Ramón Stolz, Ricardo Verde, Salvador Tuset, José Renau Montoro, Antonio Esteve, Tomás Murillo, Antonio Fillol, Julio Peris Brell, Manuel Moreno, José Mateu, Vicente Canet, José Balaguer, Martín Vidal Corella, Carmelo Roda (padre e hijo), José Barreira, Vicente Benedito, Pedro Guillem, Antonio Vercher, José Ortiz Gamundi, Francisco Ramíl, Rafael Sanchis Arcís, Teodoro Andreu, Felipe Rivelles, Juan Rivelles, Higinio Blat y otros que harían más larga la desordenada lista que antecede.
Cachirulo pintado por José Benlliure y Gil, que caricaturizó al pintor Enrique Cuñat
La oportuna exposición - en la que figuraba también el antedicho cachirulo de Joaquín Sorolla - se inauguró el martes 15 de abril de 1924, y se clausuró el sábado siguiente, si bien estuvo cerrada el Jueves y Viernes Santos, que advinieron entre ambos días. Mientras duró la pintoresca exhibición la concurrencia de público fue muy nutrida, hasta el punto de que no solo llenaba el local, sino que fuera del mismo formaba cola; bien es verdad que, tratándose de cachirulos a nadie extrañó que hubiera cola... Y es de advertir que, si hubo artistas eminentes entre los expositores, no faltaron entre los visitantes, pues allí estuvo, complacidísimo, Santiago Rusiñol, que a la sazón andaba captando jardines por tierras de Valencia.
Durante la exposición se admitieron ofertas para la adquisición de cometas y el Sábado - que lo fue de Gloria - se adjudicaron éstas al mejor postor. Y con el dinero resultante, más la pecunia que proporcionó la subasta de las monas monumentales y artísticas, se adquirieron por la comisión organizadora dos mil monas corrientes, que seguidamente fueron repartidas entre niños asilados. ¡ Inolvidable Circulo de Bellas Artes!...
III
Sesenta y dos años fabricando cachirulos. - No es igual un bacalao que una estrella. - El águila de San Juan, por los aires. - Cachirulos valencianos en La Habana. - Nada menos que veinte mil.
El mejor remate para esta deshilvanada e incompleta monografía será, seguramente, el relato de una visita a don José Navarro, que es sencillamente el más importante "cacherulero" - o sea confeccionador de cacherulos - que hay actualmente.
El señor Navarro vive en una planta baja de la casa número doce de la calle de Santo Tomás, enclavada en pleno barrio del Carmen, que es como el riñón de la Valencia castiza. Allí, en la entrada, tiene su llamémosle taller, palabra que puede inducir a errores, pues la tarea se desarrolla en un régimen puramente familiar. Las paredes de este hogar limpio y cuidado se hayan totalmente cubiertas por la alegría de las cometas. Y, sobre una sólida mesa, el artesano va disponiendo la policromía de telas y papeles... |
Aprendió semejante habilidad de su mismo padre, que también era "cacherulero", pero en la placeta de En Gil, generalmente llamada de San Gil, tampoco despreciable en cuanto a casticismo, donde nació este señor Navarro, que ya ha pasado sesenta y dos años fabricando cometas. Una autoridad indiscutible, pues.
El señor Navarro, que es un hombre corpulento y reposado, evoca, al hilo de la conversación, antiguos tiempos.
- Entonces - explica - el cielo de Valencia y sus alrededores se cubría totalmente de cometas en los días de Pascua. Porque se acostumbraba mucho volarlas desde los terrados, cosa que podía hacerse con más facilidad que ahora por no existir cables eléctricos, hilos telefónicos y demás estorbos... En aquella época los dependientes de las tiendas de robes (tejidos) y salse (ultramarinos) se quedaban en ellas los domingos y días festivos haciendo guardia. Y, como tenía a su disposición ovillos, los utilizaban para volar cachirulos... De todos modos el mejor sitio para volarlos fue siempre la playa, por lo despejado del terreno y la brisa del mar...
De la evocación, se pasa a la técnica. El señor Navarro entiende que los artilugios volantes de tradición valenciana son:
El catxerulo exagonal que resulta el más corriente.
El abaetxo, que, como su nombre indica, tiene forma de bacalao (parecida a la que suele verse en los grabados extranjeros) y lleva un armazón de dos cañas desiguales que se cruzan perpendicularmente.
La estrela, que, según dice su nombre, afecta forma de estrella, ya de seis puntas, ya - como él las hace - de ocho unidas en sus ápices por un fleco llamado babellera, de la misma manera que se llaman galló o gajo (plural, gallons o gajos) cada uno de los fragmentos que va de la punta al centro.
La milotxa... ¡Ah! Este artilugio, según el señor Navarro, ha degenerado. Generalmente se cree que la única milotxa, es la que todavía vuelan los chiquillos, a falta de cachirulos, preparada solamente con papel más o menos recio convenientemente doblado. Pero no la autentica milotxa que él llegó a fabricar y que hace tiempo no se fabrica, era complicada; se montaba a base de un cuadrado de tela o papel, dividido por una caña en dos triángulos y dotado de otras cañas dispuestas con intríngulis, que servían para sacar ales y costelles, alas y costillas que tenían acción independiente.
Todo esto sin salir de lo tradicional; pero los profesionales y los aficionados construían otros ingenios voladores. Hace muchos años cuando aún vivía el padre del señor Navarro, un carpintero de lo fino, llamado José María, tenía costumbre de sentarse para tomar el fresco a la puerta de su casa, esquina a la calle de Capsers (o sea precisamente la calle de los Carpinteros de lo fino). Contemplando el hombre el hombre el águila que remata la fachada del templo de los Santos Juanes concibió el propósito de confeccionar un ingenio volador que la representase. Y así lo hizo con tanta propiedad que, cuando salía a volarlo por primera vez llamó la atención de un caballero, que ofreció diez duros por aquel donoso pardalot de Sant Joan. Total: que José María aceptó la oferta y acabó haciendo numerosas reproducciones de su obra...
La fantasía de los confeccionadores no reconoció limites, aunque espontáneamente volvió a las normas tradicionales; no sin competir con el extranjero - ¡y tan extranjero! - elaborando una suerte de mariposas a estilo japonés, que requerían el empleo de un junco especial.
(Vaya, entre paréntesis, la indicación de que la revista Alrededor del Mundo, publicó, en 17 de abril de 1907, un artículo, con dibujos, titulado "Cometas Grotescas. Instrucciones para hacer en casa".)
Para las cometas típicas se empleaban y se emplean cañas tomadas de los cañaverales que gallardean a la vera de las acequias huertanas. No; el señor Navarro con su prolongada experiencia, no recuerda que en ninguna ocasión se emplease madera por liviana que fuese. Eso en cuanto al armazón.
El revestimiento ha sido lo mismo de tela, generalmente percalina, que de papel, en la clase de impresión, aunque el señor Navarro - he aquí una noticia - comenzará hogaño a preparar sus cometas, sus miles de cometas con papel cristal.
Desde el punto de vista decorativo - que suele correr a cargo de pintores de abanicos -, debe apuntarse que la tela o el papel se disponían en bandas, fajas o segmentos de diversos colores, o bien constituían un campo monocromo, sobre el que disponíanse diversas representaciones. Quizá las más perdurables han sido las de tema taurino. Hace medio siglo aún se mantenían tipos procedentes de la imaginería popular, como el Enano de tres pies. La pareja de labradora y labradora a caballo - lo que se denomina grupa - también ha perdurado a través de los años. Por lo demás, la moda no ha dejado de influir, a través del deporte y del cinematógrafo, por ejemplo.
El señor Navarro despacha anualmente un promedio de veinte mil cometas. ¡Nada menos! Pero téngase en cuenta, al ponderar la cifra, que no todas se explayan en el cielo de la ciudad, sino que la mayoría se expansionan por las diversas comarcas valencianas. Ello sin contar casos de exportación, ya que hace unos veinte años este fabricante envió cachirulos a La Habana.
En Valencia se venden sin cola ni tirantes. En Barcelona, con tirantes. De todos modos, queda el rabo - o la cola -, por desollar. Que es donde esta el busilis, pues volar cometas - a veces hasta 500 metros de altura - no es tan fácil como parece. De ahí que estuvieran justificados algunos concursos de vuelo que años atrás se celebraban en el centro de la urbe...
Y el señor Navarro sigue hablando, mientras sus manos doblan los papeles de gayo color.
Francisco Almela y Vives